MI ESPOSA Y YO
En días pasados cumplimos un aniversario más de casados mi esposa y yo. Tenemos dos nietas de 15 años de edad (los demás están más pequeños, van doce) una de ellas no se quedó con las ganas de preguntarnos y saber cómo fue que nos conocimos mi esposa y yo. Nos miramos a los ojos como interrogándonos quién comenzaba a contar la historia.
Todavía se me hace increíble que siendo tan niños (yo con 15 y ella con 12) nos haya pegado de manera tan firme el amor. Literalmente a ciegas.
Tiene su lado romántico desde luego, no podía ser de otra manera puesto que a esa edad todo se ve color de rosa. Ni idea teníamos de las circunstancias tan dramáticas que tendríamos que enfrentar poco después y por tanto tiempo.
Resulta que enfrente de donde yo vivía se encontraba una tiendita propiedad de mis tíos, la “joya” recuerdo que se llamaba, y aunque era pequeña era de las más y mejor surtidas, razón por la cual era muy concurrida por los vecinos de las cuadras circundantes. Una de esas personitas era Mari, menudita y bonita, piernudita y sencilla, nada que ver con las burguesitas que en ese entonces me atraían, ya que, por mis aspiraciones futbolísticas, ya me veía rodeado de chicas “bien”.
Utilizando mis primos y yo como pretexto uno de esos juegos lanzando monedas, “tapa raya”, aprovechábamos para ver las piernas a las chicas, pues para entrar y salir de la tienda había que usar escalones más o menos inclinados. Me comencé a interesar por esa chavita y a investigar de donde era, es decir, donde vivía, pronto lo supe.
En cuanto que ella buscaba también cualquier excusa para ir a la “tiendita del chabacano” o sea, la de mis tíos. Eran los tiempos en los que uno se creé lo máximo en todo, al fin de barrio, jugábamos fútbol en cualquier lugar y a cualquier hora, quesque boxeábamos y hasta cantábamos, realmente salvo el fútbol, todo lo hacíamos estrictamente para divertirnos, bueno y para presumir con las chavitas que pasaban por “nuestra calle”, como Mari y sus amigas.
Se nos hizo costumbre “cascarear” a deshoras, hubo dos o tres amigos que tocaban guitarra además de un hermano mío, y entonces se conjugaban varios elementos para buscar la forma de atraer a las chicas, que momentos tan maravillosos compartimos en esos tiempos y en esa etapa de nuestra vida, imaginen la algarabía de toda la energía desbordada de tanto chamaco corriendo, gritando, riendo tocando, buscando alguna fiesta que justificara motivo para estar con la novia, cantando y algunos ya tomando cerveza y de vez en cuando el clásico “pomo”.
Desde luego que fuimos una pesadilla para el vecindario, mas de una vez nos echaron la patrulla y al principio realmente nos asustaban, después nos acostumbramos (y ellos, los polis también a nosotros) por suerte nunca, que recuerde, paso algo grave, más bien éramos como inocentones después de todo, alocados y escandalosos pero buenos chavos en general.
Era nuestro momento y lo estábamos viviendo y disfrutando a todo lo que dábamos tanto en grupo como individualmente, por allá se nos invitó a mi hermano y a mí a acompañar como chambelanes a la hija de una de las familias “notables” en nuestro barrio, estábamos justo en la edad para esos menesteres, por supuesto que aceptamos, creo que fue una buena ocasión para comenzar a conocer mis complejos, que los tenía y bastante notorios, algunas veces conseguía ocultarlos haciéndome el gracioso pero otras veces me aplastaban y mi recurso era aislarme y encerrarme en mi mismo, me tornaba desconcertante para los amigos que se sacaban de onda y uno que otro me mandaban bien lejos, actualmente a esos cambios radicales de comportamiento le llaman bipolar y hasta inventaron “terapias” para el aliviane.
Pero en esa época la terapia y el aliviane consistía en echarnos unas quitapón o un buen buche de tequila, reunirnos para las retas es decir varios equipos de tres o cuatro integrantes y armar unas “coladeras” (hoy mejor conocidas como cascarita) o sea fútbol en la calle, o bien con las guitarras, plantarnos en cualquier lugar en el barrio y comenzar a cantar “hasta que el cuerpo aguante”, inspirados en los grupos y tríos del momento ah y por las amigas que fielmente nos buscaban y seguían muy a pesar de los disgustos de la mayoría de los ofendidos padres que no soportaban a esos pinches chamacos greñudos y escandalosos. Dios los castigó (a los padres) permitiendo que nos casáramos con sus hijas, ja ja.
Pues bien, brevemente he hecho una reseña de la manera y las circunstancias que nos rodearon a mi esposa y a mí de cuando y como nos conocimos, a la fecha ocasionalmente caminamos cerca de esos lugares, inevitablemente nos llueven los recuerdos y aparece la nostalgia, los dos estamos ciertos de que son otros tiempos, sin embargo, en comparación con lo que vivimos ahí, los lugares se ven y se sienten tristes como sin alma, como si hoy no hubiese quien haga ruido, no se escuchan risas no se siente alegría. Sé que esa percepción es producto de la añoranza pero también, y esto es lo valioso, compartimos cierto sentimiento de gratitud al tiempo por habernos permitido vivir esas agradables experiencias y a Dios por permitirnos continuar juntos MI ESPOSA Y YO.
Hugo.
Parte de una bella historia compartida entre las turbulencias de querer ser...Hasta llegar a ser una realidad ahora aun más compartida!
ResponderEliminarHola Hugo, que bueno que te animaste a compartir tus vivencias en esta forma, como te gusta hacerlo.
ResponderEliminarNo sabía que a las cascaritas les llamaban "coladeras", muy bonitos recuerdos, cuando el temor era sólo a los "robachicos" que inventaban para asustarnos y que ahora es una penosa realidad; aunque soy un poquitito más joven, aquí, en provincia, aún me toco vivir esos juegos en la calle; precisamente escribo un cuento sobre de ello y comparto tu emoción. Muy bonito texto y que sigan con esa hermoso matrimonio, que te inspira tanto. Un abrazo.