miércoles, 6 de febrero de 2013


UNA TARDE DIFERENTE
Aquella vez salí furioso, ni un peso más que aportar para los gastos de casa aun después de trabajar tres turnos continuos. No sé de donde le llegaba a mi esposa la idea de que me guardaba algo para mi, si nomas era llegar a casa, entregar lo que ganaba y casi de inmediato regresar a cubrir el otro turno de trabajo, ni para que necesitaba guardar algo para mi si bien sabía que era muy poco para tantas necesidades y nunca alcanzaba para todo.
Y recuerdo aquella tarde en particular por que estando en la parada del transporte público esperando a que se pasara el tremendo enojo por la discusión con Mari, vi venir una a amiga de la infancia que se ejercitaba en un trote vespertino, se detuvo y me saludo efusivamente y continuó su alegre trote. La vi alejarse y me dejo pensando en que, que estaba yo haciendo parado, quieto, cuando que la gran mayoría de las gente que miraba pasar, además de mi amiga Elia, estaba activa, y muy seguramente en busca de sus objetivos inmediatos.
Lo que les contare a continuación les parecerá increíble.
Recordé que hacía mucho no disfrutaba mirando un partido de fut bol, por alguna razón, ver pasar a Elia me estimulo las ganas de ver movimiento. Era buena hora para alcanzar un juego nocturno en el deportivo Casa Popular, que en aquel tiempo era la única cancha con alumbrado y juegos nocturnos. Sin un peso en el bolsillo ni siquiera para el pasaje, mañosamente, como tantas veces, espere a que pasara un autobús urbano lo suficientemente lleno para que, disimuladamente colgando del estribo me fuera sin pagar el viaje, lo había hecho ya tantas veces que, bueno, se agarra práctica. Así es que de esa manera llegué al deportivo, me dirigí a las gradas y observe que se jugaba un partido entre equipos de veteranos, además de que llegaron remembranzas de mi etapa como futbolista activo, precisamente en esa cancha que en su momento me toco jugar cuando se inauguró el alumbrado y cancha empastada( algo verdaderamente novedoso para la época) observe otro detalle también novedoso, el arbitraje era conducido por una jovencita, Jessica, (con quien algunos años después coincidiríamos en el ambiente del fútbol profesional.)

Pero el punto es que, de pronto se da un choque fuerte entre dos jugadores, uno se levanta y a  otro simplemente lo hacen a un lado de la cancha para permitir continuar el partido, pasan los minutos y el lesionado no se levanta, continua sentado donde lo dejaron y vi que solo se tocaba su tobillo pero no era asistido por nadie y no precisamente porque el partido estuviera muy emocionante, simplemente lo ignoraban.

Entonces me encaminé hacia el decidido a ver en que podía ayudarle, llegue le pregunte que si me permitía ayudarle, me dijo que sí, que le ayudara porque le dolía mucho su tobillo, le tome su pie, le retire la venda que tenia se retorcía del dolor, pero le pedí que resistiera un poco, le comencé a girar de a poco su tobillo, cuando se escucho el crujido lanzó un tremendo grito pero de inmediato sintió alivio, le coloque el vendaje y justo cuando terminaba se acerco un tipo  que fríamente le pregunto que le había sucedido, me torcí el tobillo dijo, pero aquí el joven ya me arreglo por que no podía ni moverlo y menos a poyar mi pie para caminar. Permíteme ver, le dijo otra vez el tipo. Oye, está muy bien tu pie, estás seguro que te lastimaste o nomas fue teatro? No  doc., le dijo, le juro que no podía ni moverlo, pero gracias a este chavo lo siento mucho mejor ahora y mire, ya hasta lo puedo apoyar…
Pues quedó muy bien, y el vendaje está muy bien también, dijo el doc. Dirigió su mirada hacia mí que me iba retirando disimuladamente, muy nervioso de que me llamara la atención por metiche, cuando escuche que me llamaban. ¿Donde aprendió a hacer esto? Quedo muy bien este amigo de su pie, me pregunto amablemente el doc. Pues en los campos de fut bol, le dije, cuando jugué fut bol también y bueno se  me dio el aprender y mire, siempre se ofrece, discúlpeme por intervenir pero vi que nadie le hacía caso y por eso vine a  ayudarle, pero ya me voy…Insistí en escabullirme temeroso.

-No, no se vaya- me dijo. - Acompáñeme a mi consultorio, me gustaría platicar con usted ¿Sabe? Necesito quien me ayude porque hay mucho trabajo, no me doy abasto yo solo, bueno, si no tiene prisa por irse o, si prefiere pues charlamos otro día...-
-No, no tengo prisa- le dije ya más tranquilo. Así es que le acompañe a su consultorio, un espacio pequeño pero confortable, con el aroma característico de las pomadas medicinales, yerbas y esas cosas, el salicilato de metilo, principalmente.
Y entonces me ofreció trabajar con el ahí, yo tímidamente le comete que era muy poco lo que sabía sobre corregir algunas lesiones deportivas, solo lo elemental como la torceduras y cosas así muy comunes. Pues lo hace muy bien, me dijo. Para lo que si soy muy bueno es para dar masajes, le dije, cuando guste le doy uno para que me califique. No es necesario me dijo, ya con lo que vi me ha convencido, además aquí podrá practicar como corregir otras lesiones más fuertes, mire, me mostró todos sus libros. Aquí podrá leerlos o hasta llevárselos a su casa para que los consulte y estudie, pero vengase a trabajar conmigo ¿Que le parece?  Ande, anímese y comenzamos desde mañana mismo.

Si, si acepto y gracias, mañana saliendo de mi trabajo (en la panadería) aquí estaré puntual…
Hace casi veinticinco años de esto que les cuento, tantas veces suplique a Dios que me pusiera en el camino de poder ofrecer otra forma de vida a mi familia y aquí estaba cumpliendo otra de mis tantas peticiones ¿Coincidencia? Yo creo firmemente que no. Fue otra manifestación divina.
Por cierto que llegue eufórico a casa, utilizando el mismo método de de transporte por supuesto. Haciendo a un lado el enojo, le conté a mi esposa lo sucedido, me dolió la indiferencia con que lo tomo.
 -Yo pensé que te habías ido a conseguir dinero.-Me dijo malhumorada.
-Otra vez vas a perder el tiempo cambiando de oficio pero allá tú sabrás lo que haces, lo que necesitamos es dinero, no libritos ni ensayos de nuevos oficios, ya mejor duérmete y déjame descansar a mí.-

Desde el primer momento de aquel día y hasta hoy, me entregue de corazón a aprender todo lo que fuera necesario, devore todos los libros. Al poco tiempo y sobre la desconfianza de Mari, renuncie a en la panadería para dedicarme de lleno trabajar con el doc. Practicar y tomar cursos de todo lo relacionado a la medicina del deporte. Aprendí además que lo importante eran mis objetivos, más allá de que si a alguien le pareciera una locura o me encaminara directo al fracaso total, yo me aferre a lo que considere la apertura de un nuevo panorama de posibilidades. Dios es grande y, afortunadamente no me equivoque esta vez.
¿Qué bueno no?
15/05/ 011

viernes, 25 de enero de 2013


                              MI ESPOSA Y YO
En días pasados cumplimos un aniversario más de casados mi esposa y yo. Tenemos dos nietas de 15 años de edad (los demás están más pequeños, van doce) una de ellas no se quedó con las ganas de preguntarnos y saber cómo fue que nos conocimos mi esposa y yo. Nos miramos a los ojos como interrogándonos quién comenzaba a contar la historia.
Todavía se me hace increíble que siendo tan niños (yo con 15 y ella con 12) nos haya pegado de manera tan firme el amor. Literalmente a ciegas.
Tiene su lado romántico desde luego, no podía ser de otra manera puesto que a esa edad todo se ve color de rosa. Ni idea teníamos de las circunstancias tan dramáticas que tendríamos que enfrentar poco después y por tanto tiempo.
Resulta que enfrente de donde yo vivía se encontraba una tiendita propiedad de mis tíos, la “joya” recuerdo que se llamaba, y aunque era pequeña era de las más y mejor surtidas, razón por la cual era muy concurrida por los vecinos de las cuadras circundantes. Una de esas personitas era Mari, menudita y bonita, piernudita y sencilla, nada que ver con las burguesitas que en ese entonces me atraían, ya que, por mis aspiraciones futbolísticas,  ya me veía rodeado de chicas “bien”.
Utilizando mis primos y yo como pretexto uno de esos juegos lanzando monedas, “tapa raya”, aprovechábamos para ver las piernas a las chicas, pues para entrar y salir de la tienda había que usar escalones más o menos inclinados. Me comencé a interesar por esa chavita y a investigar de donde era, es decir, donde vivía, pronto lo supe.
En cuanto que ella buscaba también cualquier excusa para ir a la “tiendita del chabacano” o sea, la de mis tíos. Eran los tiempos en los que uno se creé lo máximo en todo, al fin de barrio, jugábamos fútbol en cualquier lugar y a cualquier hora, quesque boxeábamos y hasta cantábamos, realmente salvo el fútbol, todo lo hacíamos estrictamente para divertirnos, bueno y para presumir con las chavitas que pasaban por “nuestra calle”, como Mari y sus amigas.
Se nos hizo costumbre “cascarear” a deshoras, hubo dos o tres amigos que tocaban guitarra además de un hermano mío, y entonces se conjugaban varios elementos para buscar la forma de atraer a las chicas, que momentos tan maravillosos compartimos en esos tiempos y en esa etapa de nuestra vida, imaginen la algarabía de toda la energía desbordada de tanto chamaco corriendo, gritando, riendo tocando, buscando alguna fiesta que justificara motivo para estar con la novia, cantando y algunos ya tomando cerveza y de vez en cuando el clásico “pomo”.
Desde luego que fuimos una pesadilla para el vecindario, mas de una vez nos echaron  la patrulla y  al principio realmente nos asustaban, después nos acostumbramos (y ellos, los polis también a nosotros)  por suerte nunca, que recuerde, paso algo grave, más bien éramos como inocentones después de todo, alocados y escandalosos pero buenos chavos en general.
Era nuestro momento y lo estábamos viviendo y disfrutando a todo lo que dábamos tanto en grupo como individualmente, por allá se nos invitó a mi hermano y a mí a acompañar como chambelanes a la hija de una de las familias “notables” en nuestro barrio, estábamos justo en la edad para esos menesteres, por supuesto que aceptamos, creo que fue una buena ocasión para comenzar a conocer mis complejos, que los tenía y bastante notorios, algunas veces conseguía ocultarlos haciéndome el gracioso pero otras veces me aplastaban y mi recurso era aislarme y encerrarme en mi mismo, me tornaba desconcertante para los amigos que  se sacaban de onda y uno que otro me mandaban bien lejos, actualmente a esos cambios radicales de comportamiento le llaman bipolar y hasta inventaron “terapias” para el aliviane.
Pero en esa época la terapia y el aliviane consistía en echarnos unas quitapón o un buen buche de tequila, reunirnos para las retas es decir varios equipos de tres o cuatro integrantes y armar unas “coladeras” (hoy mejor conocidas como cascarita) o sea fútbol en la calle, o bien con las guitarras, plantarnos en cualquier lugar en el barrio y comenzar a cantar “hasta que el cuerpo aguante”, inspirados en los grupos y tríos del momento ah y por las amigas que fielmente nos buscaban y seguían muy a pesar de los disgustos de la  mayoría de los ofendidos padres que no soportaban a esos pinches chamacos greñudos y escandalosos. Dios los castigó (a los padres) permitiendo que nos casáramos con sus hijas, ja ja.
Pues bien, brevemente he hecho una reseña de la manera y las circunstancias que nos rodearon a mi esposa y a mí de  cuando y como nos conocimos, a la fecha ocasionalmente caminamos cerca de esos lugares, inevitablemente nos llueven los recuerdos y aparece la nostalgia, los dos estamos ciertos de que son otros tiempos, sin embargo, en comparación con lo que vivimos ahí, los lugares se ven y se sienten tristes como sin alma, como si hoy no hubiese quien haga ruido, no se escuchan risas no se siente alegría. Sé que esa percepción es producto de la añoranza pero también, y esto es lo valioso, compartimos cierto sentimiento de gratitud al tiempo por habernos permitido vivir esas agradables experiencias y a Dios por permitirnos continuar juntos MI ESPOSA Y YO.
Hugo.